
Hay un hogar, en una esquina de Buenos Aires, que me quiero contar a mí. Una casa donde yo pude estar, indivisiblemente, siempre uno y aún así mezclada a la gente, al té, los tomates, los bifes, los panes com dulce de leche, la pascualina de verdura, el gato, los cuchillos, las cucharas, el aroma de café con leche, las cartas tiradas, el aparato de sonido, un huevo calientado em microondas, las voces, las guitarras sonando un tema de django, la risa, el horno asando empanadas y de golpe um olor a lavandina, los abrazos, las sillas, los besos, el llanto y todo más trasbordando por la mesa de la cocina, donde vive el corazón de la casa, mi hogar argentino y un trapo húmedo a limpiar todo eso para que el día siguiente empezara todo todo otra vez.